Riesgo país en rojo: el mercado le pasa factura al gobierno tras la derrota de Milei

La caída del oficialismo libertario en Buenos Aires disparó el riesgo país por encima de los 1.000 puntos y dejó al gobierno en un incómodo silencio frente a una crisis política que ahora también es económica.

EconomíaHace 6 horasRedacciónRedacción
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El lunes posterior a las elecciones no trajo calma, sino un nuevo temblor. La derrota de Javier Milei en la provincia de Buenos Aires generó un efecto dominó que impactó en la economía argentina. El riesgo país trepó por encima de los 1.000 puntos básicos, mientras los bonos soberanos sufrieron un derrumbe en los mercados internacionales.

Las consecuencias se hicieron sentir rápido: Grupo Galicia cayó hasta un 15 % en Wall Street, Edenor, Pampa Energía y BBVA Argentina retrocedieron cerca de un 13 %, y empresas como YPF y Central Puerto tampoco pudieron escapar al desplome. El humor inversor fue unánime: desconfianza y venta masiva de activos argentinos.

El salto no fue del todo inesperado. Los analistas ya advertían que una derrota amplia en Buenos Aires podía arrastrar al riesgo país a los cuatro dígitos. Lo que pocos anticipaban era la velocidad con que esa desconfianza se trasladaría a los números.

Política y economía, unidas por la fragilidad

La elección en el principal distrito del país dejó una conclusión inmediata: la debilidad política del oficialismo tiene costo económico directo. La caída de Milei debilitó no solo al gobierno nacional, sino también a sus socios y aliados provinciales, entre ellos Claudio Poggi, que apostó públicamente a sostener la alianza con La Libertad Avanza.

El mensaje de los mercados fue claro, un gobierno debilitado es un país más riesgoso. Y el precio lo paga no solo el Estado, sino también el sector privado que necesita financiamiento.

El dato es contundente: superar los 1.000 puntos implica que Argentina debe pagar al menos diez puntos de interés más que Estados Unidos para endeudarse. Una diferencia que refleja, en números, la distancia entre el relato y la realidad.

La derrota en Buenos Aires no quedó encerrada en la política. Se transformó en un espejo de las debilidades del oficialismo: sin base sólida en las urnas y con un frente económico cada vez más erosionado.

El gobierno podrá insistir en que “nada cambió”, pero los mercados ya dictaron su veredicto. Y el silencio oficial, lejos de calmar las aguas, solo confirma la magnitud del golpe.

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