
La presidenta, Laura Sánchez, fue reelecta únicamente por la mayoría oficialista, sin el respaldo pleno de su propio bloque. La sesión expuso el deterioro institucional y la interna que impulsa el intendente Hissa.
Otro capitulo de un resumen político más gastado que las estrategias comunicacionales del gobierno de Poggi. Todo lo volcado en estas actas carece de rigor científico y apela a meras cuestiones metafísicas y/o brujería.
ActualidadHace 4 horas
Redacción
A MOSTRAR LAS FACTURAS
Alberto Leyes salió a explicar el festín de medallas como quien intenta justificar una compra impulsiva a las tres de la mañana: mucha seguridad en el tono, pero ninguna prueba en la mano. El presidente de la Cámara admitió sin rubor que volvió a la tradición de los “presentes” para los legisladores salientes, justo él, que a metros de ahí levantó la mano para declarar la emergencia económica. La coherencia política, en San Luis, sigue siendo un recurso más escaso que un transpuntano en hora pico.
El jefe de Diputados habló del orfebre “del centro” como si fuera un artesano místico que entrega medallas bendecidas, pero no se dignó a mencionar el nombre ni a mostrar una sola factura. Si la intención es desactivar las versiones que hablan de más de 100 millones gastados en souvenirs oficiales, estaría bueno un gesto mínimo, por lo menos revelar cuánto salió el capricho dorado financiado con impuestos. No por curiosidad morbosa, sino por una cuestión elemental, los números cierran mejor cuando no se esconden.
En el fondo, Leyes no hace más que seguir la línea de la casa. En el gobierno de Poggi, los lujos no están prohibidos; están reservados. Son pequeños privilegios que solo corren para los aliados disciplinados que sostienen el tablero. El resto, que mire desde afuera cómo se reparten medallas en medio de la emergencia. Total, las facturas siguen guardadas bajo siete llaves. Como casi todo.
LLEGÓ OLAGARAY
Ignacio Olagaray aterrizó en Potrero con la misma suavidad con la que un camión sin frenos baja por el mirador que une esa localidad con La Punta. Llegó con margen político apretado, casi de alambre, lo que en cualquier manual viejo de rosca implicaría moderación, diálogo y algún gesto mínimo de convivencia institucional. Pero el flamante intendente eligió otro camino, abrazó la estética del poggismo duro, ese estilo donde consenso es una mala palabra y gobernabilidad suena a cosa de museos.
El “Nacho” juró y, antes de que el eco terminara de apagarse, sacó el clásico libreto: “Recibí un municipio en rojo”. Viejo truco, pero siempre rendidor, o al menos ellos creen eso.. Después vino la parte más fiel a su linaje político, aprobó sin chistar los balances de Damián Gómez, ocultó la información del aumento de tasas 2026 y, de yapa, él y sus concejales se negaron al narcotest obligatorio, que su espacio político instaló.
Olagaray tiene como referentes comunales a Hissa y Ayala, dos intendentes que se han caracterizado por esconder las cuentas públicas, romper todo tipo de diálogo político y un gran afecto a los anuncios publicitarios.
Si usted llegó a este punto de la lectura, sepa que todo lo que viene ahora son operaciones contra Hissa….
UN GABINETE REDUCIDO A LA MÍNIMA EXPRESIÓN
La postal del final de año en la Municipalidad parece salida de una comedia política, un intendente rodeado de dos secretarías, dos, literal, como si estuviera administrando un club de barrio y no la capital provincial. Con Hacienda y Legal y Técnica vaciadas, y todos los órganos de control acéfalos, la gestión de Hissa llega a su segundo año dando la sensación de que el gabinete no se rompió, sino que directamente implosionó. Un silencio incómodo recorre los pasillos vacíos, ese que en política suele sonar más fuerte que cualquier conferencia de prensa.
Las renuncias no sorprendieron a nadie dentro del Municipio. Algunos señalan el personalismo del intendente, ese hábito de no dejar que crezca nada que pueda hacer sombra. Otros, más prudentes, prefieren alejarse antes de que los rocen las maniobras turbias que rondan las áreas sensibles, sobre todo las contrataciones en Servicios Públicos. En cualquier caso, el resultado es el mismo, nadie quiere quedarse y los que pueden, huyen a velocidad récord. La paradoja es que mientras afuera se habla de “orden y gestión”, adentro el único orden que se ve es el de los casilleros vacíos en el organigrama.
El dato más ilustrativo es que hasta los dirigentes del propio espacio prefieren refugiarse en municipios más pequeños, donde al menos hay estabilidad y no un tembladeral permanente. Algo huele mal en la capital cuando los aliados buscan aire en Potrero o La Punta. O ven un futuro negro, o la interna ya les dejó claro que aquí no hay paz posible. Lo cierto es que el gabinete de Hissa se convirtió en un símbolo, detrás del decorado prolijo para las cámaras, la gestión se desarma pieza por pieza, y nadie parece dispuesto a quedarse a juntar los restos.
QUESO RALLADO
A veces la política puntana regala escenas dignas de la mejor tragicomedia, y ayer, en la asunción de los nuevos concejales, apareció uno de sus personajes más elusivos, Luis Lucero Guillet. No llegó desde la función pública (porque ahí no lo ve nadie) sino desde el arcón de los recuerdos. Hubo quienes tuvieron que guiñar los ojos para reconocerlo, como cuando uno se cruza con un compañero de la primaria y tarda un segundo en procesar que sigue vivo.

El funcionario, que debería caminar los pasillos municipales en lugar de quedar archivado como expediente viejo, volvió solo para confirmar que tiene más presencia simbólica que real. No aporta gestión, no genera conflictos, no da entrevistas, solo es un silencio con recibo de sueldo. Y esa discreción extrema, tan funcional como cómoda, le valió un apodo que ya circula por los despachos dicho por los mal llevados de siempre: “Queso Rallado”, porque está por encima de los ñoquis.
En un gabinete donde la ausencia se volvió hábito, este mote funciona como radiografía. Y si algo dejó claro su reaparición fugaz es que, en la Municipalidad de Hissa, hasta los invisibles tienen butaca reservada.
CON TODOS (MENOS ALGUNO)
Hissa reunió a su tropa en un cónclave prolijo, sonriente y lleno de esas fotos que buscan transmitir unidad, orden y disciplina. Pero claro, en la película del oficialismo siempre hay un personaje que aparece cortado del encuadre, se trata de Mario Silvestri, el concejal que juega a ser rebelde aunque levanta la mano con más rapidez que un alumno aplicado. Lo dejaron afuera del retrato familiar y el vacío se vio más que cualquier frase sobre “trabajo en equipo”. No es fácil posar cuando te bajaron de la presidencia del Concejo después de que vos mismo lo anunciaste con la seguridad de quien ya eligió cortinas para su despacho.

El roce entre Silvestri y el intendente está ahí, vivo, aunque maquillado para las cámaras. Se cruzan, se saludan y sonríen, mientras todos saben que el verdadero diálogo pasa por otro lado. Hissa insiste en que habla con “todos”, pero el álbum no miente, algunos fueron citados y uno, precisamente el que siempre está a medias tintas, no. El episodio deja al descubierto que en el oficialismo hay obediencia, sí, pero también un reguero de pequeñas humillaciones que se acumulan como las migas de un pan duro.
La oposición, como era de esperarse, aprovechó la grieta interna para tirar sal con alegría. Andrés Russo dejó un comentario que hizo más ruido que la foto: “Dice Silvestri que la próxima avisen, así se hace el ocupado y dice que no puede ir”. Una chascarrillo simple, pero efectivo, porque cuando te señalan la silla vacía no hay discurso de unidad que alcance.
SÁNCHEZ SIENDO SÁNCHEZ
Consultada por el informe de la Fundación Libertad sobre el costo del Concejo Deliberante, la presidenta del Legislativo municipal volvió a hacer gala de su especialidad: hablar antes de tiempo. “Leí un poquito, pero no es así como dicen”, improvisó, casi como quien intenta tararear una canción que nunca escuchó completa.
Al final, fueron los medios los que tuvieron que explicarle el informe… porque, evidentemente, ella no lo había entendido.
TROFEOS PARA TODOS
En San Luis estalló una fiebre por el metal dorado. Trofeos, medallas, placas: una coreografía brillante que se repite en cada acto oficial, como si el Estado hubiera descubierto que el camino más corto hacia la épica es un podio portátil. Detrás de esa avalancha, hay una empresa que viene facturando con una eficacia digna de récord, abasteciendo a organismos públicos y a ciertos amigos con la regularidad de un reloj suizo. Nadie la nombra en voz alta, pero todos la ven desfilar con la misma naturalidad con la que entran y salen las cajas en cada entrega.

En la Liga Sanluiseña de Fútbol es uno de los proveedores preferidos. En el Municipio capitalino también ha cosechado varias contrataciones. Incluso Hissa encabezó las premiaciones de las olimpiadas municipales repartiendo medallas compradas a esta empresa y hasta le entregó una a su hermano.
La lista de beneficiados es larga, el negocio es jugoso y las preguntas, por ahora, quedan abiertas para la próxima entrega.

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