San Luis, entre las provincias con la canasta más cara, mientras el gobierno promete “revisar” los salarios

Con una canasta básica que roza los $782 mil, San Luis figura entre las provincias donde más cuesta llenar el carrito. Mientras tanto, el gobernador Claudio Poggi anuncia que “analizará” un aumento salarial. El desfasaje entre los precios y los sueldos ya golpea de lleno a los trabajadores puntanos.

ActualidadHoyRedacciónRedacción
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El dato es contundente: llenar el changuito en San Luis cuesta $782.517. Con ese número, la provincia se ubica entre las más caras del país para comprar alimentos y bebidas, apenas por debajo de los valores patagónicos. Un privilegio dudoso para una economía local donde los salarios públicos y privados se arrastran detrás de la inflación.

Según relevamientos privados de septiembre y octubre, sólo provincias como Santa Cruz, Chubut o Neuquén superan los $800.000 de costo alimentario mensual. San Luis, tradicionalmente ubicada en el lote medio, escaló sin freno en los últimos meses. Hoy, supera ampliamente a distritos como Córdoba, Mendoza o Tucumán, lo que refleja un encarecimiento sostenido de los productos básicos.

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Mientras tanto, el gobierno provincial responde con gestos más que con decisiones. Claudio Poggi, en declaraciones recientes, habló de la posibilidad de “revisar” los salarios. No de aumentarlos —al menos, no todavía—, sino de estudiarlos. En una provincia donde el sueldo promedio estatal ronda los $400.000, esa distancia entre los anuncios y la góndola se convierte en un abismo cotidiano.

El problema no es sólo el precio del pan o de la carne, sino el deterioro real del poder adquisitivo. Cada peso que se pierde en la paritaria no se traduce en ahorro: se traduce en menos comida en la mesa. Y el costo de vida en San Luis, lejos de moderarse, sigue trepando incluso cuando la inflación nacional muestra señales de desaceleración.

La paradoja es política: Poggi construyó buena parte de su discurso en torno a la “eficiencia” del gasto y la “austeridad” del Estado. Pero en los hechos, la austeridad no se aplica en los despachos, sino en las cocinas. El impacto del ajuste ya se siente entre docentes, trabajadores de salud y empleados municipales que cobran sueldos que no cubren la canasta alimentaria local.

El gobernador enfrenta así una ecuación que no cierra ni con discurso ni con planillas: una provincia cara, sueldos congelados y una población que empieza a reclamar no por un aumento, sino por sobrevivir al changuito más caro del centro del país. En San Luis, el “vamos a revisar” suena cada vez más como una frase para el archivo.

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