Carta del Lector: "Que triste estar en tu lugar"

Por un trabajador de la UNSL. (Que guarda el anonimato por las constantes represarías)

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Hay lugares que se ganan con esfuerzo, otros que se heredan, algunos que se conquistan... Y otros que, simplemente, se desperdician.

Hubo un tiempo en que ser rector de una universidad nacional era un honor reservado a quienes podían sostener, no solo títulos académicos, sino principios. La Universidad Nacional de San Luis no fue la excepción, fue, desde su origen, una institución con historia, con mártires y con un legado que se extiende generación tras generación.

Mauricio Amílcar López, sigue siendo, a la fecha, un ejemplo de lucha, por su convicción y compromiso con la sociedad, con el pensamiento crítico, con la idea misma de universidad como herramienta de liberación.

Qué contraste, ¿no? Él, desaparecido por defender la universidad y la educación pública. Vos, perfectamente visible... cuando hay que decorarla.

Años de discursos sobre autonomía, sobre resistencia al ajuste, y hoy, ahí estás, repartiendo bicicletas en el Salón de la Puntanidad. Y eso es lo que duele. No que tengas aspiraciones políticas, sino que hayas elegido hipotecar el último bastión que nos quedaba en pie.

Decía alguna vez Umberto Eco que hay figuras que encarnan instituciones. Que las representan más allá de sí mismas. Vos, eras una de esas figuras. Presidiste el Consejo Interuniversitario Nacional. Defendiste a la UNSL en foros nacionales y te enorgulleciste de sus 50 años de historia, de su rol como faro en la región.

Y sin embargo, ahora formas parte de una lista donde tu nuevo jefe político declara (sin pudor) que las elecciones del 11 de mayo son “para plebiscitar su gestión” y básicamente quiso decir que los candidatos son de relleno.

Relleno. No una voz autorizada, ni siquiera un referente académico. solo relleno. El tercer puesto en la boleta es decorativo. Y vos, parece, que lo aceptaste con mucho agrado .

Hay un silencio institucional que ensordece. La UNSL no se pronuncia. No se incomoda. Quizás porque quien debería incomodarse es quien la conduce. Y cuando el rector se vuelve funcionario en potencia, la universidad pasa de ser faro a linterna de bolsillo.

No, esto no es un ataque personal. Es una decepción colectiva. Porque creímos (algunos ingenuos todavía) que la universidad era lo último que no se negociaba, pero todo tiene un precio, parece. Hasta el prestigio.

Y ahí estás, paseando tu investidura por los pasillos de un armado político que te tolera, pero no te respeta. Que te usa, pero no te escucha. Que te acomoda en la foto, pero te borra del relato.

Lo triste no es verte ahí. Lo triste es recordar quién fuiste. Porque vos sabes que en política todo se recicla, menos una cosa, la dignidad prestada por una institución que te queda enorme cuando la usas como trampolín.

Y eso (aunque no lo digamos fuerte) lo estamos pensando muchos, en voz baja, en los pasillos de la universidad.

Víctor, que triste estar en tu lugar…

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