
Afiliados denuncian que la histórica fuerza liberal de San Luis cayó en manos de un pequeño círculo de los Arancibia. Sin internas, sin balances y con alianzas secretas, el PD atraviesa su hora más oscura.
La conducción actual del centenario partido elige ir de "furgón de cola" en la alianza Cambia San Luis. Mientras crece el descontento interno y las críticas por la "arrodillada" de Álvarez Pinto.
ActualidadEl radicalismo de San Luis, con Juan Álvarez Pinto a la cabeza, ha decidido abandonar toda pretensión de autonomía política y entregarse al oficialismo de Claudio Poggi, convirtiéndose en un apéndice obediente del bloque Avanzar. La UCR, otrora bastión de ideales y debates encendidos, ahora parece un partido dispuesto a seguir al “líder” sin chistar, incluso cuando las decisiones contradicen su propia narrativa histórica.
La reciente resolución del Comité Ejecutivo Provincial de la UCR lo confirma: los diputados provinciales Ivana Ricca y Javier Giménez se integrarán al bloque Cambia San Luis, una jugada orquestada por Álvarez Pinto que expone la crisis interna y el desmoronamiento de cualquier vestigio de liderazgo dentro del radicalismo puntano. La "orgánica" del partido se impuso, aunque no sin resistencias. Pero la pregunta que resuena es clara: ¿a qué costo?
Mientras Poggi utiliza los cargos como herramienta disciplinadora, los radicales parecen aceptar estas migajas como si fueran maná caído del cielo. Fuentes del poggismo no ocultaron su desprecio por esta actitud, tachándola de una “entrega” indigna. “Están tan desesperados por los cargos que firman cualquier cosa”, habría comentado un dirigente oficialista, sintetizando el sentimiento de quienes ven en esta movida una capitulación vergonzosa.
El objetivo de la UCR parece reducido a una única meta: recuperar el Ministerio de Turismo y Cultura, una cartera que no solo significa presencia institucional, sino también el acceso a los recursos que tanto necesita un partido con escasa musculatura en la actualidad.
Sin embargo, el idilio entre Poggi y Álvarez Pinto está lejos de ser armonioso. Para el gobernador, el radicalismo es un socio incómodo y, si bien no lo puede descartar del todo, no duda en someterlo a un rigor político que raya en el desprecio. El permiso especial otorgado a Alejandro Cacace para sumarse al gabinete de Javier Milei es un claro ejemplo de la fragilidad de esta alianza. Poggi no tolera disidencias, ni siquiera dentro de sus filas, y menos aún en un momento en el que su gestión enfrenta cuestionamientos por su incapacidad de lidiar con las críticas internas y su falta de conducción política.
Los ecos de disconformidad en la UCR no se han hecho esperar. Dirigentes históricos ven esta decisión como una humillación. “No podemos estar en una alianza y ser furgón de cola por dos conchabos”, disparó un ex legislador nacional, sintetizando el enojo de quienes consideran que el partido ha perdido su esencia por el ansia de supervivencia.
La maniobra de Álvarez Pinto no solo expone la crisis del radicalismo en San Luis, sino que también evidencia la incapacidad del poggismo para liderar una alianza robusta y plural. Si el radicalismo puntano ha decidido arrodillarse, lo ha hecho no por convicción, sino por un pragmatismo que, más temprano que tarde, podría costarle caro. La pregunta que queda flotando es si este entreguismo será suficiente para garantizar la paz interna en Cambia San Luis o si será solo el preludio de nuevas fracturas.
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El gremio comenzó un plan de lucha en toda la provincia reclamando una recomposición salarial urgente. Señalan que ningún trabajador municipal supera la línea de pobreza y denuncian la discrecionalidad del gobierno de Poggi en el reparto de fondos.
La maquinaria comunicacional de Claudio Poggi se volcó sin disimulo a publicitar a los candidatos libertarios, aunque el propio mandatario asegura no tener injerencia en el armado. Una contradicción que expone la trama de poder detrás del escándalo.
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Por El Profesor Aedes
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