
Trabajadores acusan a los directivos de ejercer un régimen laboral inhumano, con amenazas, vigilancia ilegal y sanciones arbitrarias. El verdadero mando lo tiene un concejal que ya sueña con la intendencia.
El jefe comunal que para algunos todavía no empezó a gobernar, ya se imagina reelecto por cuatro años más.
Actualidad28 de noviembre de 2024A solo días de cumplir un año como intendente de San Luis, Gastón Hissa desató una tormenta de críticas al declarar, sin titubeos y con más dudas que certezas, que le gustaría gobernar un total de ocho años la capital puntana. “Cuatro años es poco, me gustaría ocho”, lanzó ante los periodistas, como si los vecinos vivieran en un universo paralelo donde su gestión fuera digna de semejante ambición.
La realidad, sin embargo, no se rige por las fantasías del intendente. San Luis enfrenta problemas graves que se han agudizado bajo su administración: el caos con la basura que inunda los barrios, cloacas desbordadas, agua potable que nunca llega a todos los hogares, calles que parecen campos de batalla y trabajadores municipales con sueldos atrasados o paupérrimos. Todo esto enmarcado en una gestión que muchos consideran la más ineficaz y criticada de los últimos años.
El timing del intendente, además, no podría ser peor. Según rumores políticos que circulan desde su propio entorno, Hissa se apresuró a declarar su intención reeleccionista más por nerviosismo que por estrategia. Su frase “si es por lo que a mí me gustaría”—acompañada de una risita nerviosa—es casi una confesión de que ni él mismo cree en su propio futuro político.
No faltaron las reacciones en redes sociales. Los vecinos, lejos de sorprenderse, soltaron una catarata de comentarios irónicos y furiosos:
“¿Es una joda?”
“Realmente no le da la cara.”
“¿Seguir trabajando? Si todavía no empezó.”
“No sé dónde vive… pero hasta ahora no nos ha servido en nada.”
“¡Por favor, no! No sé cómo vamos a aguantar cuatro y ya quiere ocho.”
“Linda cortina de humo resultó ser.”
Incluso dirigentes cercanos al poggismo, su propio espacio político, quedaron boquiabiertos ante semejante despliegue de autoconfianza. Algunos se preguntan si Hissa cree que gobernar consiste en hacer declaraciones grandilocuentes y aguantar críticas como quien esquiva mosquitos en verano. Otros, más cínicos, lo ven como una maniobra desesperada para intentar acallar rumores de tensiones internas que, de hacerse públicos, lo dejarían en una posición aún más comprometida.
Por ahora, los vecinos tienen claro algo: si este primer año fue el aperitivo, nadie quiere saber cómo sería un menú completo de ocho años.
Trabajadores acusan a los directivos de ejercer un régimen laboral inhumano, con amenazas, vigilancia ilegal y sanciones arbitrarias. El verdadero mando lo tiene un concejal que ya sueña con la intendencia.
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