Al intentar despegarse de los escándalos, la presidenta de la Liga deslizó que impedir la llegada de un club a una final “es muy fácil”. Lejos de aclarar, abrió una grieta más profunda.
ActualidadHace 3 horas
Redacción
Otra vez, Laura Sánchez quedó expuesta por sus propias palabras. Al referirse a los cuestionamientos de San Lorenzo e Independiente de Beazley, aseguró que si la Liga tuviera algo en su contra no habrían llegado a las finales, porque “es muy fácil hacer que no lleguen”. La frase, más que una defensa, dejó entrever una lógica de poder que los clubes vienen denunciando desde hace tiempo.
Durante toda la temporada se acumularon reclamos por arbitrajes discutidos, presiones y decisiones administrativas que condicionaron el desarrollo deportivo. En ese contexto, no es menor que quien conduce la estructura admita, siquiera de manera implícita, que existen herramientas para incidir en el recorrido de los equipos.
La declaración cayó mal entre los dirigentes, que la leyeron como una confirmación del desequilibrio entre la conducción y las instituciones afiliadas. No se trató de una mala interpretación: las palabras fueron directas y dejaron poco margen al matiz.
El conflicto se agrava mientras San Lorenzo e Independiente de Beazley se niegan a disputar la final debido a que la Liga, bajo la conducción de Sánchez, pretende quedarse con la recaudación del partido. La discusión económica expone un modelo de gestión que concentra decisiones y recursos, sin transparencia ni acuerdos claros.
En lugar de disipar dudas, Sánchez terminó reforzando el clima de sospecha. Y cuando quien dirige reconoce que manipular el camino deportivo “es fácil”, la crisis deja de ser coyuntural y pasa a ser estructural.
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