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El presidente del Concejo, Mario Gil, presentó un proyecto para ampliar las bancas y dejó en evidencia las fracturas en el oficialismo y la falta de control del intendente Luciano Ayala sobre su propio espacio.
Actualidad05 de noviembre de 2024La política en La Punta está al rojo vivo. Esta semana, el presidente del Concejo Deliberante, Mario Gil, movió sus fichas con un proyecto para sumar más bancas en el Legislativo. Aunque lo justificó hablando de “representatividad” para una ciudad en crecimiento, todos entendieron que esto iba dirigido a un solo blanco: el intendente Luciano Ayala.
Para sorpresa de muchos, Ayala, que llegó a la intendencia por el arrastre del gobernador Poggi, quedó totalmente descolocado. Ni lo vio venir. En un solo movimiento, Gil mostró que Ayala no maneja los hilos del oficialismo y que sus intentos de consolidar su liderazgo en el Municipio están, al menos hasta ahora, lejos de funcionar. La escasa popularidad de Ayala entre los vecinos y sus intentos de armar su propio equipo sin el aval del senador Martín Olivero lo tienen en jaque. Y, en la guerra fría que se vive en La Punta, Gil es quien parece tener la ventaja en el Concejo.
Poggi, por su parte, observa desde el costado. La pelea interna se intensifica y el gobernador prefiere no interferir. Con tres listas en juego para el próximo año, la fragmentación del oficialismo es un hecho y la ampliación de bancas aparece como una estrategia urgente para no dejar a Ayala, Gil y los suyos sin margen en el Concejo. Pero, en realidad, es una salida que huele a intento desesperado de evitar que las divisiones terminen por debilitar al oficialismo.
Si Ayala pensó que podría controlar a su tropa, los hechos lo están desmintiendo. Sin la Ley de Lemas que lo favoreció en las últimas elecciones, la posibilidad de que se quede sin poder real en 2025 es más que probable. Olivero, mientras tanto, mueve sus fichas para fortalecer a su sector y asegurar la reelección de su esposa, la diputada Luciana Perano. Ayala ya no puede disimular su incomodidad frente a Gil, quien claramente no tiene intención de seguirle el juego.
La ampliación de bancas puede sonar a “representatividad”, pero en La Punta todos saben lo que hay detrás: una pelea de poder sin disimulo que expone a un intendente que ha perdido el control.
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