El equilibrista: Poggi y otra sesión del maravilloso mundo del relato

Claudio Poggi, gobernador de San Luis, una vez más demuestra su habilidad para caminar la cuerda floja de la retórica política sin ofrecer soluciones concretas. En su más reciente intervención, donde abordó las tomas universitarias, se dedicó a repartir culpas de manera estratégica, acusando a los movimientos estudiantiles de estar “politizados” y señalando al gobierno nacional como el principal responsable de la situación crítica actual.

Lo que Poggi parece no entender o no querer reconocer es que la educación en su provincia se desmorona bajo sus propios pies. Mientras se muestra “preocupado” por la situación de las universidades, la realidad en las escuelas de San Luis pinta un cuadro mucho más sombrío. Desde su llegada, los sueldos docentes apenas raspan los niveles de pobreza. El mensaje es claro: la educación le importa, pero solo en sus discursos. Porque en los hechos, el gobierno que él encabeza es el que intervino la Universidad de La Punta y despidió directivos de las escuelas generativas, en una cruzada que ha hecho más por debilitar el sistema educativo que por fortalecerlo.

Poggi se jacta de ser el único gobernador que habla de educación, como si pronunciar la palabra fuese un acto transformador por sí mismo. Sin embargo, esa declaración es solo un artilugio discursivo, una proyección de lo que le gustaría que los puntanos creyeran, pero que no se refleja en la realidad de las aulas. Porque en lugar de invertir y priorizar mejoras, la educación en San Luis sigue deteriorándose bajo su gestión, y los docentes—los verdaderos pilares del sistema—son empujados al borde de la supervivencia con salarios que no alcanzan para cubrir sus necesidades básicas.

Fiel a su estilo, en esta ocasión también optó por el mutismo en los temas que le incomodan. Su silencio ensordecedor sobre el voto de sus propios diputados en contra del financiamiento universitario es un claro ejemplo de esa doble vara que maneja con destreza. Criticar las tomas por estar politizadas y al mismo tiempo voltear la vista hacia otro lado cuando se trata de su propio equipo político es, en el mejor de los casos, un acto de hipocresía.

Por supuesto, Poggi no dejó pasar la oportunidad para su muletilla favorita: culpar a los gobiernos anteriores por la “pobreza recibida”. Una frase que repite como un mantra, pero que no logra disimular una realidad aún más cruda: desde que asumió como gobernador, la pobreza y la indigencia en San Luis se han disparado más de 10 puntos. Su relato se desmorona bajo el peso de los números y las condiciones de vida de los ciudadanos, quienes sufren las consecuencias de una gestión que parece mucho más interesada en el control y la apariencia que en resolver los problemas estructurales de la provincia.

Claudio Poggi vuelve a actuar como el equilibrista que camina entre las cuerdas del relato y la realidad. Y aunque mantiene el balance en sus discursos, cada vez son más los que se dan cuenta de que, en el fondo, lo que hay es un vacío peligroso debajo de sus palabras.